jueves, 26 de septiembre de 2013

CÁTEDRA DE SIQUEIROS PERMANECE VIVA

18/08/2013   Su mural inconcluso en un centro cultural de San Miguel de Allende muestra cómo lograr su método poliangular
Por: LUIS BARRERA LÓPEZ (Corresponsal El Mañana)

SAN MIGUEL DE ALLENDE.- Luego de 65 años, una clase magistral de pintura mural permanece viva, tal como la dictó David Alfaro Siqueiros sobre los muros del Centro Cultural Ignacio Ramírez El Nigromante en San Miguel de Allende, Guanajuato.

Sobre los muros de un viejo convento del siglo XVIII, el famoso muralista mexicano dejó plasmado lo que en su momento fue el proyecto para el mural “Vida y Obra del Generalísimo Don Ignacio de Allende”, realizado en 1948.

Aún cuando se trata de un mural inconcluso que abarcaría la totalidad del recinto, los visitantes hacen exclamaciones de sorpresa cuando entran al lugar. Incluso nadie se puede abstraer ante la belleza de una obra de arte en proceso.



Carmen Masip, crítica de arte, comenta que se trató de un proyecto para la entonces Escuela Universitaria de Bellas Artes, donde Siqueiros enseñó su técnica a varios norteamericanos, canadienses y mexicanos, algunos ya veteranos de la Segunda Guerra Mundial.

“Del sombrío espacio conventual lo anima el reto de los ángulos que produce el arranque de sus bóvedas para estudiar a fondo los planteamientos poliangulares en que estaban enfrascadas sus nuevas ideas”, apunta Masip.

Podría parecer que fue una lástima que este mural quedara inconcluso, pero para muchos es evidente que también resultó de beneficio, pues actualmente se puede leer en él cómo era la planeación y la técnica de Sequeiros para realizar un mural de estas dimensiones.

Esta obra también es fundamental en la vida cultural de San Miguel de Allende, pues un desacuerdo con el entonces director de ese instituto (que era privado), causó que intervinieran autoridades federales y luego se convirtiera en el Centro Cultural El Nigromante, dependiente ahora del INBA.

Rafael Cruz Arvea, investigador de arte, apunta que este mural muestra de manera privilegiada la aportación teórica y práctica del artista al tema de la pintura mural.

“Tan fundamental para él debió ser esta experiencia, que dos años después la publicó por escrito con el título de ‘Cómo se Pinta un Mural’, como testimonio del proceso de su pensamiento estético”, asegura Masip.

Siqueiros decía que en todos los periodos florecientes del arte la plástica ha sido integral, es decir, donde se fusiona en armonía arquitectura, espacio, pintura, escultura, vitral y demás elementos.

Pensaba que la pintura mural funcionaba como una “máquina armónica”, con movimientos geométricos de intensidad infinita que entregan soluciones agradables desde cualquier lugar donde se sitúe el espectador.



Eso implicaba un perfecto conocimiento del espacio a pintar y la aplicación de reglas de geometría a gran escala para calcular las proporciones, la profundidad, la óptica y los puntos fundamentales del espectador dentro de la sala.

Es por eso que actualmente los visitantes pueden sentirse atraídos por las formas y colores que se alcanzaron a plasmar, pero también por esa maraña de líneas, ángulos y trazos en todos sentidos, que se unen en un punto o se cruzan para ubicar lo que serían los elementos de cada escena.

Realmente son pocos los personajes o elementos figurativos que apenas se detectan, pero resulta extraordinario comprobar que cualquier persona puede adivinar lo que pudo ser el mural si hubiese sido terminado. 



Quizá ahí radica su encanto, una especie de hechizo que ejerce en quienes lo observan por primera vez. Incluso hay turistas que vuelven una y otra vez durante su estancia en San Miguel de Allende, fascinados con las soluciones geométricas que Siqueiros daba a sus obras.

Para pintar sus murales estableció que el tránsito del espectador determina la composición pictórica. Este debe obtener “normalidad realista” desde cualquier punto en que mire.

El método poliangular toma en cuenta diez o más puntos de observación posibles en el tránsito del observador dentro de una zona arquitectónica. De esa forma el espectador interactúa con la obra, se ve envuelto en ella de una forma dinámica.

En este mural inconcluso existe la oportunidad de echar a andar el mecanismo de ese aparato armónico, puesto que con esa retícula es posible construir virtualmente cualquier cosa.

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